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Decadencias

LECTURAS DE VERANO, PETRONIO

“El Satiricón” es una de las más fascinantes y atrevidas novelas que nos ha dejado la Antigüedad. Queda sólo una amplia sucesión de fragmentos, suficientes para que se lea con placer y sin interrupciones insalvables.  La novela pertenece al género de aventuras, raptos y líos amorosos que se conoce como “novela griega” y que desde el Renacimento ha influido notablemente en la novela europea. Pero “El Satiricón” es muy singular: sucede buena parte en una ciudad del sur de Italia, se supone que en tiempos de Nerón. Está llena de curiosos y estrafalarios personajes marginados o poetastros sin público, y cuenta la historia (básicamente) de dos jóvenes Ascilto y Encolpio que andan rifándose y riñendo por los favores de un jovencito lindo y fácil, llamado Gitón.  Abunda pues el enredo de la trama, la santa lujuria y un mundo marginalmente seductor que nos hace pensar ( no lo sé) que William Burroughs debió haber conocido este libro.  Novela urbana y picaresca también, el conjunto produce un sorprendente efecto de modernidad. La cena de Trimalción (el episodio de la fastuosa cena de un hortera nuevo rico) en medio del resto de la acción, es impagable…

Sin embargo, y salvando plenamente el valor excepcional de este texto latino del siglo I de nuestra era, no hay duda de que su morbo lo aumenta la posibilidad –no aceptada por todos los estudiosos- de que su autor, Petronio Arbiter (del que sólo se conocen unos cuantos poemas y muy breves fragmentos más) fuera el mismo personaje consular, al que alude Tácito como distinguido sibarita en la corte de Nerón y al que este ordenó el suicidio –como a Séneca y Lucano- por haber participado en la fallida conjura de Pisón, en el año 65, contra él.  En sus “Anales” narra Tácito que este Petronio protodandi, dormía de día y vivía de noche, dedicado únicamente a “sus placeres y diversiones”. Nerón adoraba sus ocurrencias y refinamientos, lo que le granjeó el celebrado título de “arbiter elegantiae” o sea, “árbitro de la elegancia”, de donde su identificación con el apellido del autor de “El Satiricón”, Petronio Arbiter. Confieso que a mí me gusta pensar que se trata del mismo personaje porque muchas cosas lo avalan y acercan.  La novela de Petronio es uno de los clásicos indiscutibles de la antigua literatura latina, pero además su halo de transgresión y modernidad, la tornan (si puedo decirlo así) novela de obligada lectura. Y nadie se va a arrepentir de haberla leído como no fuere un mojigato. En 1969 el gran Federico Fellini llevó al cine “El Satiricón”        –todo parece suceder en un submundo turbio- que encanta precisamente porque recrea una Roma muy lejana a la de las “películas de romanos”. Por mi parte (viejo admirador de este libro, que leí contraviniendo la opinión del cura en mi adolescencia, la primera vez) la homenajeé en mi novela de 2003, “La nave de los muchachos griegos”, subtitulada “Vita Petronii”, y que junto a la vida, real e inventada del Arbiter, incluye fragmentos que en la diacronía de la Historia, certifican la vigencia de Petronio y los masculinos gozos de sus personajes… “El Satiricón” es un libro inolvidable.


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