LABERINTO CATALÁN: AHORA
Sólo deseo (lo juro) dejar ya el tema catalán y no hablar más de la soez baratura del comportamiento de los independentistas (no por independentistas, por tenaces infractores de la ley) y del gobierno títere e insultante -para con todos los españoles- de ese Puigdemont. Ya lo decía el otro día su portavoz: “Este gobierno (el catalán) no se va a rendir”. ¿A qué espera Rajoy? Dar tiempo a esta gente no es ser cortés, es echar más sal en la herida. Puigdemont no tiene ya más salida -no se ha dejado otra- que la fulminante destitución. Cataluña necesita tranquilidad para pensar, para que en su día se lleven a cabo los cambios y correcciones oportunas, pero en su día, con calma y sin una gente feroz y fanática, que se salta todas las reglas del juego. El problema hoy es gestionar esta transición sin las trampas de quienes ya se han echado al monte. ¿Y si se las saltan ellos -que son parte del Poder, aunque indignos- por qué no se las habría de saltar con impunidad igual, cualquier ciudadano o delincuente? Rajoy -es su error- ha dejado que todo llegue demasiado lejos, y ahora (aunque se pretenda usar guante de seda, que se pretende) todo será más arduo y más difícil… De momento Puigdemont, Junqueras y la impresentable Colau, usan términos bélicos. Ellos, tan pacifistas y tan “gauchistas” fuera de onda, querrían una guerra. Estarían más que dispuestos: No nos rendiremos. No habrá guerra porque no tienen ejército -sólo por eso- pero no por falta de ganas. El triunvirato siniestro (Puigdemont, Junqueras y Colau, amiga de Podemos) buscan mártires y sangre, desean en su subconsciente belicista, muertos. Que, por supuesto, no serían ellos ni ninguno de sus cercanos. Sería, como siempre, el pueblo infeliz. Pero quieren guerra, y como no la habrá, recurrirán a las continuas algaradas, al victimismo ancestral, pero ellos deben estar ya inhabilitados, retirados y a buen recaudo si es preciso…
Sabemos que la autonomía de Cataluña era muy ancha y generosa, pero Zapatero (a la larga otro presidente mediocre) nunca debió permitir, como si nada, que aunque fuera a ínfima escala, la Generalidad de Cataluña actuara -como lo sigue haciendo- como un Estado libre que tiene problemas con el de al lado. Eso es irreal y una de las tantas falsías con las que se ha llegado a la triste situación actual. El Gobierno central (al menos en tres legislaturas) ha sido de una tolerancia suicida. Pujol -el zorro ladrón- engañó a Suárez. El incivil Mas se burló de Zapatero, lo que no parecía muy difícil. Y ahora, pantomima tras pantomima y zafiedad tras zafiedad, ya están las cartas boca arriba. El entorno de Puigdemont es sólo odio contumaz a España, provinciano complejo de inferioridad, manipulación de la Historia, y ahora algo como “Independencia o muerte”. Como no deseamos la muerte de nadie, y menos de falsos héroes, ya no queda sino actuar. Hacer algo contundente que saque a esta gente bruta de la escena. Fácil o difícil no queda otra solución. Rajoy ha pecado
de prudencia medrosa, y hasta el Rey le tuvo que llamar -indirectamente- la atención. A Puigdemont y compañía nada les importa que Cataluña se arruine o les vaya mal a sus ciudadanos. Sólo desean salirse con la suya, aunque luego contemplen el erial del odio que nos tienen. Señor Rajoy: la actuación sólo puede ser ahora mismo. Cuanto antes, menos daño.
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