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La Residencia de Estudiantes (1910-1936)y Los residentes.

Isabel Pérez –Villanueva Tovar. Margarita Sáenz de la Calzada. Publicaciones de la Residencia de Estudiantes. Madrid, 2011.  796 y 406 págs.

Nos hallamos ante dos libros complementarios que se han reeditado, corregidos ahora, pues ambos proceden de antiguas tesis doctorales y aparecieron en forma de libro en 1990 y 1986 respectivamente, en ediciones de escasa proyección. En ambos (desde perspectivas distintas) hallamos la historia y los orígenes de la Residencia de Estudiantes, la vida de los residentes y un recuento de las muchas actividades y personalidades mundiales que pasaron por ella en, su primera etapa, pues la segunda, que continúa felizmente, se abrió en 1986, tras un arreglo de los primitivos edificios que no han variado su aspecto exterior.

De alguna manera la Residencia de Estudiantes es hija de la Institución Libre de Enseñanza y de la Junta de Ampliación de Estudios, que procedían del pensamiento krausista de Francisco Giner de los Ríos y de su deseo de crear instituciones de orientación europeísta que sacaran a España de su atraso secular y vivificaran la vida intelectual española, creando un semillero del que habría de salir una élite ilustrada, que luego guiase a ese pueblo todavía (entonces) con alarmantes índices de analfabetismo. El malagueño Alberto Jiménez Fraud fue  discípulo y seguidor de Giner de los Ríos.  De él vino la idea de la Residencia de Estudiantes (con no poco de inspiración británica y un principio de confort y austeridad) fundándose en 1910 y empezando a funcionar con él a la cabeza. Pero entonces la Residencia madrileña estaba en un hotelito –hoy desaparecido- en el número 14 de la calle Fortuny, hasta que en 1915 se trasladó a donde hoy sigue, en los altos del antiguo hipódromo, un lugar conocido primero como “Cerro del Viento” y poco después como “Colina de los Chopos”, pues una de las labores de los residentes y del director, fue plantar árboles y pequeños jardines (más adelante hicieron también canchas de tenis y campo de fútbol) para hacer más agradable y sosegada la vida de un lugar pensado para el estudio en libertad y el ocio fértil.  Había también (aparte) una Residencia de Señoritas que dirigió  María de Maeztu.

En buena medida la Residencia se autofinanció casi siempre aunque contó con un patronato de amigos que cooperaban económicamente y con muchas personalides relevantes del mundo de las letras y de la ciencia que nunca dejaron de colaborar. Aunque la derecha más ultramontana vio siempre con recelo la obra de Jiménez Fraud (casado con Natalia Cossío, hija del ilustre Bartolomé Cossío) entre otras cosas porque la Casa no contaba ni contó nunca con capilla, ese era un signo de apertura y libertad religiosa, que incluso comprendió el Duque de Alba, quien siempre apoyó a la Residencia de la que, curiosamente, le hablaron muy bien sus amigos ingleses. Juan Ramón Jiménez (ya en Fortuny) fue uno de los primeros residentes ilustres y siempre amigo de la Casa, como se decía. Entre quienes formaron parte del patronato de la Residencia, estuviero Menéndez Pidal y Ramón y Cajal, desde los inicios. Jesús Bal y Gay  dijo que la Residencia contaba “con lo más inteligente de nuestra aristocracia y lo más aristocrático de nuestra inteligencia.” Era verdad, pues no olvidemos el empeño primero (muy orteguiano también) de formar élites. La Residencia editó en 1914 el primer libro de Ortega y Gasset, “Meditaciones del Quijote”. Pese a la ojeriza derechista, la Residencia fue visitada por el rey Alfonso XIII en varias ocasiones, la primera en 1911 –todavía en la antigua sede- e incluso asistió (otras veces otros miembros de la familia real) a algunas de las conferencias que dieron personalidades internacionales, como en  1924 Howard Carter, el descubridor de la tumba de Tutankhammón.

Si hoy nos suena la gran actividad cultural ( o lúdica) de la Residencia porque en ella vivieron o la frecuentaron personajes como José Moreno Villa, Federico García Lorca, Dalí, Rafael Alberti –que decía que el gran lujo de la Residencia era el piano Pleyel del salón- Pío del Río Hortega, Juan Ramón, Buñuel, Emilio Prados o Alfonso Reyes, entre tantos, no debemos olvidar que en el auditorium de la Residencia –hoy Iglesia del Espíritu Santo- se dieron conciertos y conferencias pioneros en Europa. Allí estuvieron Paul Valèry, Leo Frobenius, el conde Keyserling, Louis Aragon, Max Jacob, Einstein, Maurice Ravel, Madame Curie, J. M. Keynes, Chesterton,  o G. H. Wells, además de tantísimos españoles como Manuel y Antonio Machado,  Ortega, D’Ors, Manuel García Morente, Ramiro de Maeztu , Andrés Segovia y un etcétera tan amplio como espectacular… La Residencia cuidó también el deporte, las excursiones a la sierra y a los lugares de interés cultural cercanos a Madrid. Sólo su adhesión a la República legal, nunca al comunismo o al anarquismo, hizo que los vencedores de la Guerra Civil la clausuraran y dedicaran sus edificios a otro uso, entre ellos un internado hispano-marroquí durante los años del protectorado español. Fue un tiempo muy largo. Los antiguos residentes (en el exilio o aquí) jamás la olvidaron. Pero sólo en 1986 reabrió como Residencia de Estudiantes. Los malos volatines de la Historia de España, que conviene no olvidar, nunca repetir.


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