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Decadencias

JULIO MARURI, REDESCUBIERTO

Creo que el santanderino Julio Maruri (1920) es a sus 94 largos años el decano de la poesía escrita en España con cierta notoriedad. También tengo, a veces, la sensación injusta de que Julio Maruri es apenas conocido ahora mismo. Por ello debe ser muy bienvenida la antología de Maruri que acaba de editar Visor, “Antología poética” en edicióny prólogo (sencillo pero informativo) de Juan Antonio González Fuentes y Lorenzo Oliván.  Maruri se inauguró como poeta, en su Santander nativo, con un muy hermoso libro titulado  “Las aves y los niños” en 1945. Tenía entonces cercanías, siempre a su modo, con aquellos poetas de la revista “Proel” donde estaba José Hierro –siempre amigo de Maruri- José Luis Hidalgo y Manuel Arce entre otros como el crítico Ricardo Gullón.  La poesía de Julio es elegante, celebratoria y hermosa como lo será también en su segundo libro, “Los años” de 1947. Algunos sostienen que esa es su mejor y muy alzada voz. Lo cierto es que Maruri (hombre afable, complejo y rico de bondades) ha sido también un muy notable pintor, aunque más conocido fuera que dentro de España. En las salas del diario “Alerta” y en 1948 hizo ya su primera exposición de dibujos a tinta china…

En 1951 (ya en Madrid) Maruri entró en la orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo y tomó el nombre como monje de fray Casto del Niño Jesús. Hay –al menos- un cuadernito de poemas con esa firma. No es el momento de entrar en las complejidades de una biografía muy rica y enormemente liberal. Basta recordar a San Pablo, “ama y haz lo que quieras”. Creo que Maruri ama a Dios en las criaturas y en el mundo y su talento se mide por el aura de comprensión que de él emana caudalosa. Cuando yo empecé a tener trato epistolar con él (primero años 80) vivía cerca de París y era para los franceses un notorio pintor. Entonces –ya algo olvidado aquí- me pidió que yo hiciera una antología de sus poemas que no llegó a buen puerto, hubo raras dificultades, pero no suyas. Julio me escribía cartas plenas de afecto y me mandaba poemas de lo que está entre lo mejor de su más dispersa producción última (la presente antología se cierra en 1992) los poemas de “Como animal muy limpio” que sólo se publicó plenamente en 2004.  Luego está “Tendiendo al añil las manos” y un libro de prosas sobre su niñez, “De un Santander perdido”, edición definitiva en 2010. Sí, la poesía última de Maruri es más despojada y menos cincelada que la primera. Todo nos muestra, en registros amplios, a un espíritu libre y sencillo cuya búsqueda (que tampoco se quedó en el Carmelo) se hunde en la palabra, los colores y líneas de la belleza y  hondura del ser. En cierto modo –y ha de entenderse bien- Maruri es un esteta cercano a Gandhi o a Lanza del Vasto. Un hombre en el buen sentido de la palabra bueno, que se enamora de las entretelas de la vida. Merece mucho ser conocido, pintor y poeta. “Y un poco de sal en el vello/ de tus ingles, flor de cardo/que solo acaricia  el viento…”


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