Decadencias
José Luis Sampedro, inteligencia y premios
Que empiece diciendo que en España hay demasiados premios literarios (pero de verdad muchos) no quiere decir que no me alegre de que premien a José Luis Sampedro, que casi tiene ya 95 lúcidos años. Sampedro –economista muchos años, uno diría que si no se arrepiente lo tiene como la vida de otro yo- es un ser encantador. Pero ese encanto no lo produce la fragilidad del anciano sino el coraje bienhumorado con que este hombre cosmopolita sabe y quiere defender la modernidad de una España laica y muy libre… Lo he tratado poco, pero siempre que nos hemos visto me ha encandilado más. Un día le llevé para que me firmara “La vieja sirena” (1990). Le dije que, sin tener mucho que ver, la novela me había traído a las mientes “Bomarzo”(1962) la obra de Mujica Láinez, que fue muy amigo mío. Sampedro me contestó sonriendo: “Pues me encantaría que fuera así, porque a mi aquella novela me gustó mucho…” Literato de todo la vida, pero de expresión tardía, José Luis Sampedro, buen prosista, corazón unánime, quizá esté de acuerdo conmigo (desde su merecido premio) en que ahora mismo sobran premios literarios en España y faltan –por ejemplo- ayudas a la creación y a la edición. ¿Para qué premios anuales de narrativa, poesía y ensayo sí ya ya un premio de la Crítica, que acaso habría que renovar, pero que fue muy prestigioso? ¿Para qué un premio anual de las Letras españolas, si tenemos el Cervantes? ¿Qué quiere ser el premio de las Letras (se da al conjunto de la obra) algo así como un Cervantes chico? Nadie dirá que le desagrada un premio, incluso si hay amigos por medio. Pero contenta más que un premio, recibir una beca (como fueron las March) para llevar a cabo un proyecto literario. Y no hablo de muchachuelos que empiezan, o no sólo, hablo también de adultos, por supuesto, que también precisan aliento…
Sobran premios y faltan ayudas en un país culturalmente no pobre sino pobrísimo. Un país casi sin lectores… ¿No estás de acuerdo José Luis? Estoy seguro de tu tez afirmando.Y me acuerdo de lo extraña que debía ser tu vida de economista de reputación internacional, cuando en 1952 publicaste “Congreso en Estocolmo”, oficialmente tu primera novela. Tardarías nueve años en editar “El río que nos lleva” y casi veinte en llegar a “Octubre, Octubre”. El tiempo te ha hecho paciente y sabio, la contemplación y el amor a las palabras te han hecho literato (aunque me pusiste en una dedicatoria “envidiándote la poesía”) pues tú sabías que todo llegaría, sin pisar, sin avasallar, sin ofender con el horror de la prepotencia. Como los viejos taoístas, José Luis, te has hecho un sabio en lo alto de la montaña, rebelde y sereno. Y no hay contradicción. Nada tan dulce ni tan fuerte como el agua, que es la misma. Tú estás donde debes estar, José Luis, más alto aún de lo que se ve y sin haber dañado a nadie. Por eso (insisto) estarás de acuerdo en que en estos tiempos calamitosos y confusos, donde no se sabe si gobiena el gobierno o el capital mundial, hace falta en España que el Estado ayude a la literatura fomentando el trabajo, la cultura, la lectura y no los premios. Ayudas a la creación, sin edad. Como decía Blake ( y tú lo has citado) “La Eternidad está enamorada de las obras del Tiempo”. Obra del tiempo es la novela o la poesía, no el premio. Pero bienvenido sea en la efigie de un escritor alto, viejo y delgado, sabio, lúcido y rebelde.
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