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José Bergamín, singular poeta

(Este artículo se publica el sábado en el suplemento literario de El Norte de Castilla)

José Bergamín. “Las voces del eco” (Antología poética). Edición de Nigel Dennis. Renacimiento, Sevilla, 2013.  195 págs.

Lo de poeta escondido le cuadra a José Bergamín (1895-1983) por varios motivos. Este madrileño atípico en todo, de muy buena pluma y fértil ingenio, es conocido como prosista, ensayista y articulista, sobre todo          –además de editor- y todo hecho con brillantez y a veces retranca, al estilo de otro libro hace poco reeditado (por Renacimiento también) titulado “El purgatorio de Rimbaud y otras prosas previas”. Un libro de antes de la guerra. Otros recordarán los aforismos espléndidos que le publicaba Juan Ramón Jiménez y otros más dirán que fue él quien editó en México, en el exilio, en 1940, “Poeta en Nueva York” de Lorca. Pero Bergamín (que era muy buen poeta, lo que es comprobable) sólo se dio a conocer como poeta  en 1961 –tenía, pues, 66 años- con un libro titulado  “Rimas y sonetos rezagados”. Obviamente este gran admirador de Unamuno, alguien tan español que no perdonaba las caídas múltiples de España, es “rezagado” por edad, pero también por su idea de la poesía. Por ello (y aunque toda la poesía de Bergamín, hasta los finales años 70, es poesía “de viejo”) hace bien Nigel Dennis en ordenar la poesía bergaminiana no por orden cronológico, sino por géneros: “Coplas y cantares”,  “Sonetos” (acaso lo mejor de su labor),  “Rimas” y “Poesías satíricoburlescas”.  Bergamín es un enamorado y gran sabedor de la poesía más clásica española: la popular que cuidó Augusto Ferrán y el padre de los Machado (esas coplas que siempre parecen carecer de autor), el soneto aurisecular, con especial devoción por Quevedo, por el conceptismo, y la rima que es Bécquer, Antonio Machado y el entronque simbolista. También es popular la poesía satírica (parte de la que se publica era inédita) hecha al final del franquismo e inicios de la Transición y muy en contra de aquellos enjuagues, con toda la sorna que el afilado Bergamín tenía. Digámoslo pronto: uno lee con placer la poesía de Bergamín, a menudo estupenda, pero cree que si hay un pensamiento propio en ella nohay ningún estilo propio. Bergamín es como un poeta fuera del tiempo, que escribe y siente muy bien, pero que de continuo se enmascara detrás de esa potente tradición que ama y respeta. Oímos en sus poemas la voz de nuestra tradición dicha por José Bergamín, pero el autor se cela, prefiere no aparecer si ello fuere posible, pese a sonetos tan impecables como  “Siento que paso a paso se adelanta…” con un verso cervantino de ritornello  “En todo hay cierta, inevitable muerte”.  Sí, Bergamín está y se esconde, lo que aún es más fácil en muchas de sus excelentes coplas:  “Mira cómo pasa el tiempo:/ ayer se llamó esperanza/ la que hoy se llama recuerdo.” ¿Cómo llamaremos a esto? Sólo se me ocurre que un poeta agazapado en la tradición, mejor que “rezagado” que es mera cuestión temporal, y no hablamos de tiempo sino de manera. Por esto mismo (creo) es muy frecuente que Bergamín apenas se tenga en cuenta como poeta, aunque fue amigo y editor de tantos y un personaje impredecible, muy importante en nuestro siglo XX. En los poemas satíricos y burlescos, vemos al Bergamín que odia el franquismo (recordemos que Bergamín se decía católico) y que cree que lo que vino después no es sino una mala monarquía y una “democracia frailuna” que a él no le gusta ni convence, tanto que ante la incomprensión general terminó en San Sebastián con “Herri Batasuna”, como dijo uno de sus editores “cansado de ser español”, él que era españolísimo… Una de sus primeras sátiras (muestra del talante de Bergamín) es una burla de la entrada de Luis Rosales –a quien Bergamín había editado en Cruz y Raya su primer libro “Abril”- afeando al antiguo joven amigo, su pacto con el poder fácticode una España dictatorial.  Pero si el Bergamín satírico es importante no sólo para entender su genio epigramático sino el final de su persona, nos interesa mucho más la otra poesía, la magníficamente lírica de las tres primeras partes de la antología: Un caso singular, muy singular de hecho, el poeta sin rasgos propios pero de lúcido pensamiento agudo, que esconde su gran hacer detrás de los usos, formas y decorados de nuestra más propia tradición. ¿No es español Bergamín? “Y en tan veloz como mortal carrera / morir es desvivir lo no vivido,/ vivir desesperar lo que se espera.”  Le gustaba engañar o embromar a don José.


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