Decadencias
Jean Améry espléndido, inquietante.
Cuando Hans Mayer nació en Viena el 31 de octubre de 1912 todavía era súbdito de Imperio Austro-Húngaro. Ser hijo de judío y de católica, muy integrados en la cultura germánica, no tenía nada de particular… Pero el muchacho y joven va a vivir (como nosotros) un tiempo de cambios, de bajezas y de desastres. Por formación y por mentalidad filosófica, pertenece plenamente a ese mundo dorado de la “Mitteleuropa” hasta el nazismo. Sus obras –en España editadas casi exclusivamente por PreTextos- son libros de pensamiento, escritos con voluntad de estilo y de hondura. Cuando Hans Mayer huye de Viena acosado por los nazis, se va a Bruselas donde adopta el nombre francés que será en adelante el suyo, aunque escriba en alemán: Jean Améry. Yo (lo confieso) lo empecé a leer porque nació el mismo día que yo y porque me cautivó su hermoso libro sobre el suicidio “Levantar la mano sobre uno mismo”. Améry quedó ligado a inquietantes libros de ética, muy bien escritos: “Más allá de la culpa y la
expiación”, “Acerca del envejecer”. No puedo sino recomendarlos. Pero también tiene obra narrativa y una novela póstuma (pero juvenil) que acaba de aparecer: “Los náufragos. La novela –escrita en 1934-35, quizá las peripecias de la época impidieron su publicación- narra con gran tono reflexivo y vivaz la historia de un joven austríaco, medio judío, Eugen Althager, de clara vocación intelectual, a quien el paro y las crisis políticas y sociales –que se vuelven personales- le van llevando a una paulatina degradación, que termina en la crápula absurda de los bajos fondos, y en una muerte casi accidental (pero muy simbólica) en la que un estudiante bruto, nacionalista y ario, le mata en un duelo ilegal a espada, por una nonada… Él y cuantos le rodean –las chicas que le quieren también- todos son, somos, náufragos en un mundo y una sociedad que se deshace. Una espléndida novela para ahora mismo.
En una invadida Bélgica, Améry se alista en la resistencia contra los nazis, pero estos le atrapan y sólo de milagro salva su vida tras pasar (duramente) por Auschwitz y Buchenwald. Es el daño, la expiación y la revuelta que tanto tendrán que ver con lo que, lúcidamente, empezó a escribir más tarde. Nunca perdonó el nazismo, pero se hizo múltiples preguntas que todavía nos importan. No quiso tampoco regresar a Austria, fue siempre el belga Améry que escribía en alemán. Sólo retornó a Austria (a Salzburgo exactamente) para suicidarse allí con una sobredosis de somníferos, poco antes de su cumpleaños, en octubre de 1978. No era un desesperado, sino un hombre que se creía viejo, cansado, dolido, sin entusiasmo ya para vivir en plenitud y juzgó, por todo ello, que la vida estaba cumplida. Su peculiar “extraterritorialidad” que diría Steiner (otro judío de la antigua saga cosmopolita) quizá no lo benefició en vida. Pero hoy –además de su notoria calidad literaria- nos lo vuelve alguien mucho más cercano. Con razón admiraba “La montaña mágica” de Mann. Enfermedad y genio. Daño y lucidez. Declive de un mundo y un tiempo. Améry es todo eso y “Náufragos” parecemos todos nosotros.
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