Decadencias
ISAAC MUÑOZ, VOLUPTUOSIDAD
Hoy es un olvidado y hasta posiblemente desconocido de muchos, pese a que la catedrática granadina Amelina Correa, lleva años (a veces conmigo) estudiando y dando a conocer a este gran simbolista de nuestra literatura de entresiglos, con toques muchos de decadencia y orientalismo islámico. A principios del siglo XX -su primera obra notoria es una novela titulada “Vida” de 1904- Isaac Muñoz (1881-1925) es una de las realidades mejores de la nueva literatura modernista española. Su padre era un militar de altagraduación destinado pronto en lo que sería el protectorado español de Marruecos, país y mundo que Isaac conoció con cercanía y simpatía y sobre el que escribiría no pocos libros en general periodísticos como “En el
país de los Cherifes” (1913) o del mismo año “La corte de Tetuán”. A Isaac Muñoz como a su menos atrevido amigo Francisco Villaespesa –que sería mucho más famoso, pese a dormirse en los laureles- les gustaba que, de jóvenes, los fotografiaran con atuendos moros, haciéndose eco del reiterado tópico de la ardiente sensualidad agarena e incluso de la tolerancia entonces con el amor moceril…
Entre la fascinación por D’Annunzio o Valle-Inclán (dos grandes que hacen de su vida parte de su obra) Isaac Muñoz escribe novelas de suntuosa y coruscante prosa lírica como “Morena y trágica” -1908- o “Ambigua y cruel: Novela siria” de 1912. La obra creativa de nuestro autor –con un notable libro de poemas, “La sombra de una infanta”, 1910- quedó cerrada relativamente pronto y él olvidado o perdido en las afueras de Madrid, enfermo de avanzada sífilis. Pero eso es trágico y posterior. En 1906 Muñoz publica una hermosa y atrevida novelita, “Voluptuosidad” que ahora reedita Renacimiento, con estudios de Amelina Correa que incluyen rica bibliografía y un epílogo –“Catálogo de perversiones sexuales”- porque el lector necesita saber todos los placeres continuos a los que un joven literato en el Madrid de principios de ese siglo, busca entregarse apasionadamente y lo hace: Desde la homosexualidad , entonces prohibida aunque prestigiada por el malditismo, hasta la ninfulofilia , necrofilia o la algolagnia que hoy
entendemos mejor como sadomasoquismo. Son frases de Isaac decir de una bella lilial: “Tenía la gracia inefable de un cadáver” o en otro caso, “el amor no es perfecto sino cuando ha sido ensangrentado”, frase ambigua (puede aludir a la desfloración) cuya misión es asustar al burgués puritano desde la libertad y sensualidad del gran arte. Porque Isaac Muñoz fue un exquisito orfebre de la prosa, con curiosos cultismos como “aulétrida” , la flautista de la Grecia clásica que acompañaba banquetes y camas. Es amigo del muy decadente colombiano Vargas Vila –entonces en España- y a quien dedica “Voluptuosidad” porque él puede entender la palabra enjoyada y perversa. Se trata (como mucho decadentismo) de sustituir bella y provocadoramente, el orden moral tenido por caduco por un renovado orden estético. Isaac Muñoz fue un
experto en “épater le bourgeois”, escandalizar a los padres de familia, entre efebos hermosos y venustas sacerdotisas. A veces se dice que (por exceso de catolicismo censor) España quedó de lado en ciertos atrevimientos europeos. Isaac –que idealizó un Islam tolerante- nos dice que leamos sus parafilias y prosas profanas antes del juicio. Muy notable.
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