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Decadencias

INCOMBUSTIBLE, SINGULAR RUANO

César González Ruano (1903-1965) debió ser lo que dicen muchos: Un sinvergüenza de buen corazón. También un liberal que apoyó a Franco y que pagó caro el “nacionalcatolicismo” entonces rector e imperante. ¿Por qué? Porque César que llevó una vida de una moral ancha y laxa, se vio constreñido por la censura puritana y rancia del momento a no escribir “las amistades peligrosas” varias que podían haber salido de su pluma. El en cierto modo disoluto Ruano, se vio abocado (en sus novelas, por ejemplo) a historias muy fluidas pero con escasa cafeína de sentimientos… El caso es que César hizo de sí mismo literatura y personaje puro, con prosa dúctil y fina, y eso ha logrado que sigan las polémicas entorno a su persona -¿para cuando una cabal biografía de este hombre tan seductor y contradictorio?-  y que su obra , sin duda desigual, no cese de acompañarnos…  Renacimiento ha vuelto a reeditar (hay bastantes reediciones) sus “Memorias. Mi medio siglo se confiesa a medias” (1951) que como dice en su  prólogo Manuel Alcántara -prólogo estupendo que se escribió para la edición de 1979- es con toda seguridad uno de los mejores y más amenos libros de Ruano, pese a ese “a medias” que, por supuesto, es cierto. César era un esteta monárquico, esnob y despilfarrador, a menudo lleno de deudas, y eso no gusta a la moralina catequética. Se quejaba: “Los acreedores no me dejan en paz ni un día.” Alguien le responde: Igual si les pagas acaba el acoso. Y César, como cayendo del guindo, contesta: “Pues tienes razón, la verdad es que no me había dado cuenta.”

Parece más que probable (más allá de ese periodismo incesante, que a González Ruano le manaba solo) que César hubiera querido ser poeta. Amaba la poesía desde los días del ultraísmo, y lo intento hasta 1944 con su no wildeana “Balada de Cherche-Midi”. Luego se cansó. Pero no de leer poesía. Se le daba muy bien hacer biografías -de Baudelaire a Unamuno- pero o las enjoyaba mucho como en el primer caso, o las prosificaba en exceso, como en el segundo. Sus novelas parecen hoy lo menos atractivo de su obra, pero se salva la novela parisina “Manuel de Montparnasse” (1944) sobre las aventuras del joven Manuel Viola, compartidas o usadas por Ruano. Su poco teatro no vale, y así el muy teatral y siempre en pose César queda y nos acompaña, por sus tantos artículos (no pocas veces antologados) y por sus memorias, ahora aquí de nuevo. El inmenso personaje que era César, su ser literatura todo él con aires decadentes, no nos cansa nunca. Nunca. Dígase lo que se quiera.


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