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Decadencias

IDA VITALE, VITALÍSIMA

Conocí hace más de cinco años a Ida Vitale en la Residencia de Estudiantes de Madrid. Ella (ya con ochenta y tantos años) iba acompañada de su segundo marido –el primero fue el gran crítico Ángel Rama, que pereció en un accidente aéreo- el también poeta Enrique Fierro.  Lo que sorprendía en Ida era su juventud no sólo intelectual sino también física. Aquella mujer sólo en la teoría anciana, literalmente corría por los pasillos. Nos caímos bien, cenamos varias veces juntos y el ritual no ha dejado de repetirse. Con la desaparecida Idea Vilariño, no es sólo una de las grandes poetas de Uruguay sino del idioma. A mí no me molesta la voz “poetisa”, como emperatriz, pero sé que sus viejas connotaciones molestan a muchas. Por esa amistad y por supuesto porque admiro la poesía de Ida (sus últimos libros, y el último “Mella y criba” de 2010, editados acá por Pre-Textos)  me alegra haber formado parte del amplio jurado que acaba de otorgar a Vitale el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.

Exilada de su Montevideo natal desde el golpe militar de 1974, Ida es un liberal pura, esto es, una amante de todas las libertades sin etiquetas, no obstante su exilio inicial en México, amiga de Octavio Paz, su crítica a la lucha armada y al movimiento “montonero” con el que estuvo en profundo desacuerdo, han creado en pequeños círculos senescentes, la falsa idea de una Vitale mujer de derechas. Simplemente (aunque criticara la vieja postura de Juan Gelman) eso es absurdo. Es una mujer libre, y se ha ido tanto del fascismo como del comunismo de fondo stalinista o maoísta.  Discípula primero y realmente de José Bergamín y luego –ya más en poesía- gustosa del último Juan Ramón Jiménez al que llegó a conocer, la poesía fina y elaborada de Ida se cuece inicialmente en los hornos de la estirpe simbolista.  Su poesía mejor es una contemplación de lo real meditado y filtrado, llegando a un lenguaje claro pero hondo como en el poema “Círculo muy vicioso” que comienza: “A mí misma me ofrezco/ aprender día a día en el mundo,/ luego al mundo le ofrezco/ día a día olvidarlo,/ para yo no ser menos.” Nítida y honda, la poesía de Vitale está lejos de la abstracción o la logomaquia. Al contrario, se trata de un alquitarado sentimiento de vida. Una poesía (sobre todo la última) sin edad, porque el poeta puede a veces escribir desde el ahora eterno. Por desgracia en España se conoce poco su obra en prosa, ensayos y crónicas periodísticas, tan ricas en la literatura de México. Desde 1989 –aunque alguna vez ha vuelto a Uruguay, “el paísito”- Ida vive en Austin (Texas). El exilio ya no es político, es el exilio de los epicúreos que nos dijeron, lejos de los vulgares cosmopolitas de hoy, que uno debe ser o sentirse extranjero en cualquier parte, empezando por su patria misma.  Desde el primer libro, “La luz de esta memoria” (1946) hasta “Mella y criba”, la poesía de Ida Vitale es un sensible aventura interior, bella y lúcida.  En noviembre cumplirá 93 años. Al recibir la noticia del Premio, dijo: ¿Pero no es una broma? No hay talento vanidoso.


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