GUERRAS ISLÁMICAS
(Este artículo se ha publicado en El Norte de Castilla)
Comenzamos la semana con la noticia (durante una misa, o sea máximo de asistencia) del atentado en El Cairo contra una iglesia cristiana de la minoría copta. Varios muertos y heridos. ¿Responsables? El islamismo radical, parece muy obvio. La minoría cristiana copta en Egipto es anterior al Islam y ha sido un grupo culto y de importante vigor en la vida egipcia. Cada vez es más minoría, pues huyen, se van ante el terrible, brutal acosoislamista. Después (el jueves) hemos sabido que la masacrada ciudad de Alepo –la segunda de Siria antaño- ha sido al fin arrebatada al bestial Ejército Islámico. Pero la ciudad arruinada, medio vacía, desolada y hambrienta, ha sido “liberada” por los guerrilleros leales al Régimen de Bashar El Asad, es decir, uno de los personajes más que turbios que comenzó esa terrible guerra siria (que no ha concluido) en ese tiempo que tan insensatamente se llamó “las primaveras árabes”, ahora durísimos inviernos islámicos en su mayoría. Al menos –parco consuelo- la pobre gente que quede en Alepo descansará, sino es que fusilan a otros más. No olvidemos el lento pero parece que inexorable proceso de islamización de la laica Turquía, bajo el nada
recomendable mandato de Erdogan, que de falsa paloma se va volviendo genuino halcón… ¿Podemos de verdad decir –salvos los moderados, no poco marginados, que existen- que el Islam no es hoy, de nuevo, un problema de Occidente y por supuesto de sí mismo, pero eso han de verlo ellos?
Naturalmente ningún país democrático (y por tanto con libertad de cultos) puede prohibir
el Islam, donde seguro que hay mucha gente buena. Pero sí estamos en la obligación de vigilar sus mensajes, puesto que –hemos visto- muchos de los más fanáticos yihadistas, voluntarios suicidas por su loca fe, surgen en países occidentales. Así, no suena tan insensato que el partido de Angela Merkel, pida en Alemania la ilegalización del burka. Bien el Islam y hasta que la mujer se cubra la cabeza (como las cristianas antiguas) pero ir completamente tapada debe quedar fuera de lo que la democracia ampara. La medida puede ser vista como un hecho “de guerra”, en la misma línea que el control de los mensajes que salen de los viernes de nuestras mezquitas. Aquí la guerra parece menos sangrienta, pero existe. Y suponemos que irá a más en cuanto, en enero, asuma la presidencia de EEUU el ultra – y por cierto no poco impresentable, bajo mil puntos de vista- Donald Trump. Porque uno de los objetivos de Trump es acabar con el Islam radical. Debe tener mucho dentro del propio país (es lo peor) así es que si el nuevo presidente no es necio en exceso, cabe pensar que no vuelva a abrir frentes exteriores –Irak, Afganistán, donde EEUU fue vapuleado y lo hizo muy mal- sino que se centre en lo de dentro, lo cual puede seguir provocando atentados y discordias, siempre en nombre de Alá, al que el Corán llama “el misericordioso”. Es curioso que las tres religiones del Libro (en diferentes grados evolutivos) hablen tanto de caridad y perdón, y sean –o hayan sido, hasta el laicismo-
implacables máquinas de anatemas, destrucciones y castigos… Conviene no olvidarlo, entre tantos otros problemas cercanos, las guerras islámicas siguen ahí, y a veces cerca. Refugiados y masacrados aparte.
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