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GUADAGNINO Y SU FILME “CALL ME BY YOUR NAME”

Vi ayer noche -y confieso que me satisfizo, me gustó-  la última película del italiano Luca Guadagnino, titulada “Call me by your name”. En América se ha traducido ese título -LLámame por tu nombre- y no sabemos (la rara política española a este respecto) porqué aquí la película de Guadagnino no se llama “Llámame por tu nombre”, pues se basa en una novela de 2007 del norteamericano (de orígenes sefarditas y nacido en Egipto) André Aciman que se tradujo en España -Alfaguara- en 2008 como “Llámame por tu nombre”. Entonces el libro pasó bastante desapercibido; me parece seguro que el bonito filme de Guadagnino lo revivirá.  ¿Por qué no se traduce el título cuando la película está subtitulada en español? Lo creo un error. La película es bella y hasta sofisticada. Sucede durante un hermoso verano en un gran casón campestre que tiene una culta familia judía, muy plurilingüe -como la de Aciman- en la  Lombardía. Todo es cosmopolita y culto y el inglés se mezcla con el italiano y el francés . El padre -que parece alquilar una habitación a un colega, con cierto sesgo de amistad- es un arqueólogo, especialista en la Antigüedad romana. El hijo (un muchacho de 17 años, precioso, Elio) toca el piano y sabe y compone música. Elio (que es prácticamente el protagonista) lo interpreta un actor norteamericano de origen francés, para mí nuevo, aunque parece que conocido por una serie televisiva de adolescentes que desconozco, su nombre Timothée Chalamet. Muy bello. El invitado ese verano -1983- resulta ser un norteamericano de poco más de 30 años, culto, atractivo y arqueólogo también, por lo que trabajará con el padre. Aunque alrededor hay bonitas chicas amigas, queda claro que Elio se fija en el norteamericano rubio y grandón, aunque al inicio parece creído y antipático.  Al fin la película es la apasionada historia de amor fugaz e intenso -Guadagnino guarda quizás en exceso la corrección política- entre el culto y atractivo arqueólogo yanqui, sobre 30 años, y el culto y bello muchacho músico de 17. Ambos son judíos, pero no son judíos de Israel, sino de los que permanecen fieles a la diáspora internacionalista. No sabemos si son gays o no, acaso da igual (aunque Elio se diría que sí) sino que ambos viven una apasionada y dulce relación homoerótica, que para el muchacho es el inicio triste y bello (pues el otro regresa a su país) de su vida sentimental, no sólo tolerada sino casi alentada por los padres refinados. En un momento de ternura, Oliver (el americano) le dice a Elio en la cama -todo es dulzura, felicidad- “Llámame por tu nombre”. O sea yo te llamaré Oliver y tú me llamas Elio. Un delicado gesto de amor. El retrato primoroso de los bellos paisajes y las ciudades-arte de Italia, nos dejan ver que Guadagnino ha aprendido no poco de Bertolucci.  El filme, lleno de elementos homoeróticos, no es exactamente gay. Trata de una relación sentimental hermosa, no importa cuál sea el color mayoritario de la preferencia sexual de cada uno. Todos podríamos o debiéramos ser bisexuales. Hay escenas de cierto atrevimiento erótico, suavizadas porque no son explícitas.  Y la búsqueda de la belleza, la mejor cultura y la tolerancia son signos de Luca Guadagino que pueden venir de Visconti a Bertolucci, pasando por el británico James Ivory, autor del guión. Una bella película para amantes de toda belleza, arte, paisaje y seres humamos. Me llenó la película de encanto y de nostalgia (aunque sólo unos cuantos rasgos, como coches o teléfonos antiguos nos remiten a 1983) y me hizo recordar un verso propio: “Sólo la juventud es envidiable…” Guadagnino ha hecho una seductora película. Recomendada queda. Mucho esteticismo. 


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