«GRANDE PLACE» (Poema inédito)
Era una pensión cualquiera. Sino teníamos otro sitio
acudíamos allá, con el camastro ruidoso, y el lavabo
esperando jabón u orina… Sórdido, sin duda.
Pero donde estuviera tu bella, larga juventud dorada
todo se volvía luz. Tenías dieciocho años recientes
y yo veintitrés. Gozábamos como posesos el sexo
y las caricias; tu semen mojando abundante la sábana,
tus labios con sabor a flor, tu piel de lirio, tus ojos
profundos, abismales, tiernos, muy negros. Una tarde
me dijiste que querías irte a trabajar a Bruselas,
y que me fuera contigo. No sé en qué trabajarías e
intuí que había una mujer que deseaba mantenerte.
Me diste la razón, pero entre más abrazos y besos
repetías que a ella sólo debías verla un día,
trabajaríamos los dos y viviríamos juntos, porque
(y lo reiterabas) tú eras queridamente, completamente
mío. Yo no tenía dinero propio y en mi familia
-era menos libre que tú- hubieran prohibido tal viaje…
Mi dulce amor, te dije que no mientras te
limpiabas en el lavabo y te ponías unos blancos
calzoncillos que olían a semen y a sudor juvenil.
Ahora, cuando el mundo ha dado miles de millones
de vueltas y nada sé de ti, y yo piso con miedo
los fríos y horrendos umbrales de la vejez que sólo
la estulta corrección alaba, pienso: ¿Y si hubiera ido?
¿Si hubiese roto con todo por ti? El pensar quema.
Veo días y noches de lúbricas estrellas de ajenjo,
sexo, besos, ventura, tu cuerpo y el mío profanados
de amor, y al fin -porque hubiese llegado el fin-
dulce amor mío, sólo a dos desnortados sin voz,
sin rumbo, casi sin vida. Todo se hubiera roto pero
la llama ¿hubiera compensado, hubiese valido?
Te veo recorrer la húmeda Bruselas, sin mundo, herido.
Y me veo renegando de todo, mientras sueño tu sexo
erguido. Nada queda nunca, sino memoria o tenaz olvido.
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