Decadencias
Gran esteta de lo masculino joven
Está en Madrid Bruce Weber, podemos ya decir sin miedo ni exageración, uno de los grandes artistas de este momento en la fotografía y en el cine. De hecho ha venido a presentar en “La casa encendida” varias de sus películas, quizá la más famosa la que dedicó al jazzista suicida Chet Baker, heroinómano y todas esas cosas, titulada “Let’s Get Lost” y que empezó a rodar como un documental poco antes de la muerte de Baker en Amsterdam (se tiró o se cayó drogado por una ventana) en 1988. Pero también cortos que marcan su estilo más clásico como “The Beauty Brothers” (1987). Los hermanos de la belleza son los del antaño rey de los jovencitos Matt Dillon, en quien Weber ejemplifica problemas –y belleza- de la juventud norteamericana. Con barba blanca y cierto aire de Papá Noel, Bruce Weber saltó a la fama por sus campañas publicitarias –esteticismo puro- de Calvin Klein y de Ralph Lauren; pero es uno de los grandes sucesores de Andy Warhol, aunque más evidentemente gay. Dice uno de sus lemas: “Mientras eres joven, eres de oro”. Casi parece un verso corto de Píndaro… Quizá Bruce Weber puede ser acusado de que su acendrado esteticismo masculino deja de lado cualquier problema. Fuera de los hermosos cuerpos juveniles nada existe o merece la pena, salvo acaso la suerte del artista hipersensible (Baker). Nacido en EEUU en 1946, uno diría que Weber podría ser el pop y la contracultura, pero aunque cite a Ginsberg y le guste el jazz, lo que Weber a hecho (incluso a mayor escala que los pintores neoclásicos) es rehacer los ideales del arte griego: El muchacho hermoso –parafraseo a Cernuda- como emblema y síntesis de las gracias del mundo. Bastaría ver a los mozos de sus anuncios o a ese Peter Johnson al que dedica y retrata insistentemente y de mil modos en la película y el libro (una auténtica maravilla) “The Chop Suey Club” publicado en el 2000 y donde –como adelanté- sigue durante casi cuatro años a una especie de Jacinto, Cipariso y Ganimedes que se vuelve Apolo. ¿No existe “el cuerpo herido”? ¿No es testimonio del mundo actual el dolor y la caída? Son cosas que Weber no negará, pero que quedan remotamente lejos al levantar una estatua inmaculada e inalcanzable a la juventud de oro, al “toy boy” más impecable que resulta un destello. Podremos acusar a Weber de frívolo y aún de escapista, pero viendo la foto en la que el veterano Sir Ian McKellan pasa una ramita de hierba por los labios sensuales del hermoso Peter tumbado a su lado en la campiña inglesa, casi desnudo, no podremos dejar de reconocer (con todos los “peros” dichos y alguno más) que Weber es un absoluto creador de belleza con fe helenista y que, en el fondo, no es sino un optimista que aún pretende creer que el mundo es bello y bueno. Platón –el anterior a “La República”- está cerca. Y desde luego todos los poetas que cantaron la joven beldad masculina. Recordemos a Anacreonte: “Me enamoré de Cleobulo/ y por Cleobulo ando loco/ y sólo veo a Cleobulo.” Pero también a Cavafis (otro renovador de los ideales que asimismo profesa Weber): “Contemplé tanto la belleza, / que mi visión le pertenece…” ¿Frívolo Bruce Weber? ¿Y si en lugar de con un escapista nos estamos enfrentando con el gran neoclásico de los últimos siglos de la Historia? El viaje al bueno de Bruce- como decía Drieu la Rochelle- merece la pena.
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