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¡Feliz Navidad!

(Este artículo se publica el jueves en El Norte de Castilla).

¿No le parece a usted demasiado pronto?, me dicen. A mí, prontísimo, pero ya habrán visto las bombillitas colgando de sus calles (eso sí, al menos aún sin iluminar) y habrán oído ya anuncios navideños, con voces famosas, preparando todo.  Navidad es un gigantesco proyecto de mercadotecnia, que por mil motivos debiera parecernos  oespantoso ( yo lo detesto)  o desnaturalizado. La Navidad ha dejado de ser  fiesta religiosa –salvo para los muy devotos- y se ha convertido en un gran jolgorio consumista. Hace ya años, el pinchadiscos de una discoteca, me dijo una Nochebuena: Desengáñate, tío. Aquí sólo hay ya “Corte Inglés”.

Parece que tenía razón el menda. Sólo que, en España, además de la comercialización de la fiesta (que creo ilusiona tan solo a los niños) se ha producido, además, un alargamiento de la Navidad tan cansino como feroz. Antes la Navidad –la nuestra- empezaba el 22 de diciembre con la lotería y las voces de los niños de San Ildefonso.Luego venía la Nochebuena con sus belenes y turrones y todo acababa tras los Reyes Magos. En total poco más de 20 días. Ahora hemos copiado (por mercantilismo) el modelo anglosajón de Papá Noel, pero no queremos dejar “lo nuestro”, aunque quede en pingos. Los anglosajones y otros celebran “el espíritu de la Navidad”, por ello esta es visible desde el 1 de diciembre, al menos, pero eso sí todo termina con la Navidad misma, o sea el 25 del mismo mes. La Nochevieja es cosa de juerga y el 2 de enero, todos trabajando. Como aquí, según he dicho lo hemos mezclado todo sin mucha conciencia pero con muchísimo comercialismo, la Navidad se insinúa ya en noviembre (un verdadero dislate), comienza oficialmente con el encendido de las bombillas de colorines y demás zarandajas el 2 de diciembre y no se termina sino el 8 de enero, cuando nuestros bolsillos quedan peor que enflaquecidos y hasta las más rosáceas abuelitas maldicen la Navidad. ¡Qué hartura de fiestas!, escuchas. Y con razón. Han sido (frente a los 20 días de nuestros vecinos) más de 38, o sea un mes muy, muy largo…

¿De verdad creen ustedes que entre tanta parafernalia comercial –niños aparte- queda algo de veras navideño? Niños que, por lo demás, pasarán como la mayoría, de la ilusión al odio.  Por si la largura y el exceso no fueran bastante, la Navidad consumista se vuelve subconscientemente (o eso quiero creer) contra el que no consume, contra el que no tiene familia y aún más contra el que está enfermo o solo. Los que entramos anchamenteen alguna de esas categorías, sentimos que la Navidad se fabrica contra nosotros. Yo, en Nochebuena, me acuesto a las diez y me tomo un valium. Pero lo que no perdono es que estos preanuncios, cada vez más insistentes de la Navidad (para la que queda más de un mes) maten el otoño. Una estación hermosa, tranquila, llena de un dulzor melancólico, cae abatida por los chillidos del trineo de un Papá Noel de pacotilla. ¡Qué pena enorme!


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