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ENSAYOS DE MOHAMED CHUKRI

Yo iba muchas veces (y un mes muchos veranos) a Tánger. De cuando en cuando tengo mucha nostalgia de ese Tánger mudado en exceso, supongo que por una errada política nacionalista marroquí y desde luego por la radicalización islámica… Allí oí enseguida hablar de un escritor, Mohamed Chukri, tenido con no entera razón como local. Pues Chukri había nacido en un humilde pueblecito del Rif (Beni Chicar) a poco más de cuatro kilómetros de Melilla. Nació en 1935, es decir durante el protectorado español del norte de Marruecos -capital Tetuán-  y aunque la familia de Chukri, con un padre alcohólico y brutal, se trasladó a Tánger, con estatuto de Ciudad Internacional, pero muy influida por lo hispánico, Chukri, que se escapó de casa -su padre mató a su hermano- llevando una vida callejera y turbia, aprendió español muy bien (le gustaba mucho tratar con españoles) y francés y árabe clásico, pues su lengua materna era el árabe local marroquí y lenguas rifeñas, cercanas o parte del mundo bereber.  Pronto empecé a encontrarme a Chukri en el Café de París de Tánger, aureolado de una prestigiosa mala fama de bebedor, borracho, hosco y putero. Parecía serio, pero cuando -tarde- me decidí a hablarle fue muy cordial y en efecto hablaba un perfecto español. Me dijo que él escribía en árabe, pero que, sabiendo francés y español, si hubiese escrito en otra lengua, habría sido en español.

Cabaret Voltaire de Madrid (que ha publicado casi toda la obra del marroquí en buenas traducciones) acaba de editar uno de sus últimos libros, de 1997, “La seducción del mirlo blanco” que es un conjunto de  cinco ensayos de Chukri, interesantes en muchos momentos, aunque acaso bastante digresivos. Habla de literatura y de vida y mezcla todo en exceso, autores franceses, españoles, ingleses y algunos árabes poco o mal conocidos en Occidente. Para Chukri el problema de la literatura árabe actual es que necesita renovarse más y poder competir desde la tradición pero también fuera de ella, con las literaturas europeas. Da la sensación -aunque le haga leves críticas- que uno de sus autores árabes favoritos fue el importante novelista egipcio, Naguib Mahfuz y su novela “Los hijos de nuestro barrio”. Para Chukri terminó siendo un problema su doble vida mental e intelectual, parte del Tánger Internacional dominado por la pareja Bowles, y su vinculación a la literatura

árabe en general, creyendo que ello chocaba con antiguos amigos o conocidos, que no amaban Marruecos (no era verdad en los casos principales) sino la enorme y muy permisiva libertad del antiguo Tánger.

Chukri se dio a conocer publicando en 1966 un cuento –“Violencia en la playa”, luego recogido en uno de sus libros- en la prestigiosa revista árabe de aquel Beirut, “Al-Adab”. Antes de las mal llamadas primaveras árabes, los grandes centros de edición en lengua árabe, eran Beirut y El Cairo. Pero la fama le llegó a Chukri al publicar en 1973 (aunque el libro se prohibió en Marruecos) el inicio de su dura autobiografía, “El pan desnudo” que Paul Bowles tradujo al inglés apenas un año más tarde. En español se publicó en traducción del árabe con ese título en 1989, pero más tarde (por sugerencia a mi entender equivocada de Juan Goytisolo) Cabaret Voltaire lo retradujo como “El pan a secas”, título obviamente más feo, de lo que pudo ser “Sólo pan” o ese “El pan desnudo”. La significación no varía pero la sonoridad sí. Ahí ya -incluso lingüísticamente- Chukri actúa como un rebelde al hablar de cosas prohibidas o mezclar el árabe clásico con el dialectal.  Le seguirían “Tiempo de errores” (1992)  y “Rostros, amores, maldiciones” (1996) que cuentan entre lo mejor del autor, además de libros de cuentos, traducciones de poetas españoles (Bécquer, Machado, Aleixandre, Lorca) y de amenos libros varios como “Zoco Chico”, su mundo tangerino, o los encuentros con los escritores internacionales que conoció en Tánger, a veces someramente, como Jean Genet o Tennessee Williams. Además, estaba el gran Paul Bowles, con quien concluyó en una relación algo de amor/odio, que se plasmaría en el libro de 1996 (Bowles vivía aún) “Paul Bowles, el recluso de Tánger”. Hay mucha admiración, pero el reproche constante de que Bowles no amaba Marruecos, lo que parece incierto. Paul era un extranjero no un marroquí (lógico) pero dedicó tiempo y viajes fatigosos a recoger en cintas la música popular de las aldeas marroquíes y con su ayudante y amigo, Mohammed Mrabet, pasó al inglés la literatura oral árabe de los zocos, a partir del libro, “Amor por un puñado de pelos” de 1967…

Chukri se pudo equivocar, pero fue un escritor talentoso, distinto, heterodoxo e inconformista, lo que al mundo árabe le viene (y le venía) muy bien. “La seducción del mirlo blanco” -de niño lo apodaron el “mirlo negro”- no es lo mejor de su obra, pero muestra a un Chukri heterogéneo, interesado por los amplios problemas vida/literatura. Mohamed Chukri murió de cáncer en un hospital de Rabat a fines de 2003. Está, cómo no, enterrado en ese lejano y cercano Tánger, donde lo conocí, y que a menudo echo inútilmente de menos.  


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