En la muerte de Esther Tusquets.
Conocí a Esther Tusquets (1936-2012) de una manera que ya parece inevitablemente antigua: por carta manuscrita. Teníamos amigos comunes y aunque yo era bastante más joven, acaso era un joven de moda y en enero de 1980 me hizo llegar su segunda novela, publicada pocos meses antes por su propia editorial -Lumen- era “El amor es un juego solitario”. La novela -breve, como todas las de su inicial trilogía- me gustó y le escribí dándole las gracias y comentando su libro. Pronto recibí respuesta en que ella hacía lo propio con uno mío de poesía -“Hymnica”- que según me confesó era lo que le había llevado a enviarme su segunda novela. Me decía que era “una escritora quizás tardía” y acaso tuviera razón si (fuera de su excelente labor como editora, en una editorial que le regaló su padre) había publicado su primera novela, “El mismo mar de todos los veranos” sólo en 1978. Claro que enseguida leí esa novela y después la que cerraba la trilogía ,”Varada tras el último naufragio”. De lo que he leído de Esther (casi todo, menos sus libros para niños) su trilogía inicial y los volúmenes últimos de su no sé si inconclusa autobiografía, me parecen lo mejor de su prosa, sutil y refinada. En 1983 (tras una correspondencia racheada) recibí una carta profesional de Esther Tusquets. Me pedía un prólogo largo sobre el dibujante inglés Aubrey Bearsdley, que iría delante de su obra en un tomo especial. Esther sabía ya mi gusto por los temas “decadentes”. Hice el prólogo y se publicó el libro ese mismo año, en que yo seguía sin conocer personalmente a Esther, pese a que el tono de las cartas (manuscritas) era muy cordial y me elogió con amistad aquel trabajo, recogido hoy en mi volumen “Máscaras y formas del Fin de Siglo”. Más tarde publiqué en Lumen otro ensayo, “La tentación de Ícaro” (1986) que fue ampliado muchos años después en el tomo de Bruguera “La felicidad y el suicidio”. Curiosamente ambos libros habían sido editados por amigas muy cercanas entre sí: Ana María Moix y Esther, a la que, desde luego, para entonces ya conocía personalmente. He de decir que al principio me llamó mucho la atención su timidez y sus silencios, cuando las cartas habían sido al revés. Esther (hasta dejar Lumen en las años 90) fue muy discreta con su vida personal, a veces de “pobre niña rica”. Pero yo fui sabiendo que era muy aficionada al juego y que aunque casada y con dos hijos -lo que nada quiere decir al respecto- era bisexual y había tenido varias pasiones femeninas que se ven en sus novelas. Dejaron de existir las cartas, pero entonces -cuando la veía, y la entrevisté para un programa de RNE dirigido al público LGTB- me encontré a una Esther más mayor y mucho más cordial y libre, la que aparece en los tomos de su autobiografía “Habíamos ganado la guerra” (2007) y sobre todo en “Confesiones de una vieja dama indigna” (2009), que no sé si es lo último que Esther ha publicado en vida. Hacía casi dos años que no la veía, pero sabía por amigos que andaba delicada de salud y que se había retirado. Incluso vendió libros a un librero de viejo de Barcelona -compré uno- y entiendo que eso mucho quería decir de telón final. Tímida y apasionada, Esther Tusquets ha sido una muy notable prosista de obra no muy abundante y una mujer libre y compleja, como deben ser los seres humanos de verdad. ¿Por qué no seguir creyendo en el delicado adiós de los pañuelos? Valga por las cartas manuscritas. Requiescat!
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