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EMMY, BOHEMIA FUERTE, DESESPERADA

Fue el rostro femenino de Dadá y de cuanto era moderno, también la imagen de una miseria existencial en la Alemania de entreguerras, con una bohemia aceptada, dificultades económicas y una búsqueda desesperada de algo, que pudo ser el cristianismo primitivo que estudiaba su compañero sentimental, el también dadaísta Hugo Ball, que falleció en 1927.  Hablo de Emmy Hennings (1885-1948). Nacida en un pueblo al norte de Alemania -casi frontera con Dinamarca- Emma Maria Cardsen, Emmy, fue pronto a Berlín, llamada por una ciudad culta y alegre. Emmy adoptó pronto el apellido de su primer y fugaz marido, Joseph Paul Hennings. Siempre sería ya Emmy Hennings, una chica atractiva, al día, culta, sin miedo, que al entrar en la bohemia real, se aficiona a las drogas y al cabaret, en el que llega a actuar, cantando y bailando. Vuelve a casa Emmy, de amanecida, drogada y sin futuro. De ahí saldrá su libro de poemas “Estrofas del éter” -en español publicado junto a su primera novela “Cárcel”- los poemas de 1913, la novela de 1919. En esos momentos (pronto con un relativo éxito literario) Emmy ha pasado ya por demasiadas cosas: el cabaret humilde, la prostitución para ganarse malamente la vida (de ello trata su segunda novela “El estigma” de 1920) y por supuesto su encuentro con Hugo Ball y con Tristan Tzara, con quienes funda en Zurich el famoso “Cabaret Voltaire” en 1915. Emmy y Ball dejan pronto de ser dadaístas, porque buscan fronteras más sólidas, pero serán siempre modernos y apasionados, cuando Emmy (después de la Primera y desastrosa guerra) escribe sus propias experiencias, en una prosa cortante y eficaz: “Cárcel” es el recuerdo de sus meses de prisión por desavenencias con un cliente. Porque ¿quién creería a una puta?. Y aún mejor “El estigma. Un diario.” (ambas editadas en español por editorial El paseo de Sevilla, que dirige David González Romero) relata, con pleno fuego y desastre existencial, su vida como vagabunda y pronto prostituta buscando una salida a su vida… Su ferviente y continuo admirador, fue el luego premio Nobel, Hermann Hesse, que escribió reseñas apasionadas sobre sus libros y conoció a Emmy, o al menos se carteó con ella.

Tras el éxito, especialmente de “El estigma”, que la volvía radicalmente moderna, Emmy y Ball, mientras este vivió, fueron cayendo en el olvido y la lejanía. O acaso la lejanía era la madre del olvido. La pareja se terminó instalando en un pueblito suizo del cantón de Lugano, Agnuzzo, donde Ball remataría si gran libro “Cristianismo bizantino”, mientras Emmy, pronto viuda y sola, escribe, medita y se va alontanando más, en una suerte de desesperación de fondo crístico. Le escribirá a Hesse: “Me gustaría quitarme la vida, si la tuviera.” Escribe en “El estigma”: “Si pudiese olvidar, lo vivido y lo sufrido habría sido inútil.” La indagación por el dolor de la moderna y existencial Emmy. Alemania ya la recuperó. Acá la tenemos. La otra cara del feminismo.


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