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Decadencias

El tema de España

Dicen algunos – o sospechan-  que preguntarnos desde  hace tantos años qué somos y de dónde venimos ( ni catalanes ni vascos se salvan de esto, al contrario) nos hace a los españoles perder mucha energía que bien podría dedicarse a otras búsquedas… ¿Es así?. Pero es el caso que cuando arrecian -como ahora mismo- los meteoros políticos de las diversas Españas, volvemos a la carga, como siempre o como nunca. Ortega escribió aquello de dos Españas, señores, están trabadas en una lucha incesante. Y tenía razón, aunque uno tenga ahora la sensación de que las dos son tres o cuatro…

                            El problema viene de lejos, y si aceptamos la tesis, convertiríamos a España ( uno de los más viejos estados de Europa) en el país con más larga y accidentada crisis del continente. El modelo de España que inauguraron los Reyes Católicos  y que tras éxitos clamorosos y un alto logro cultural se desplomó a fines del siglo XVII con la muerte del desdichado Carlos II, ese modelo aurisecular de la Monarquía Católica, debió darse por definitivamente cerrado en 1700; como los franceses – en 1789 – cerraron como posadas las glorias de su Rey Sol. Pero esa es aún nuestra crisis, y el nacimiento de las famosas dos Españas, y de la antiEspaña que dicen otros. Una España católica, tradicionalista e imperial ( consciente o subconscientemente) se niega a morir, pese al olor a podre. Y la España nueva, liberal, laica, progresista ( plural, ahora, y en esto más parecida a los Austrias) nace y casi siempre ve impedido su desarrollo. Hasta 1978 no ha prosperado con claridad la España nueva, pero las sombras de la España vieja siguen sin haber desaparecido… ¿Y dónde estaríamos ahora, entre Españas plurales, antiEspañas e Ibarretxes, así, retrógrados?.

No es casual, entonces, el éxito de libros como Historia de las dos Españas de Santos Juliá (Taurus) o Luces y sombras en la España imperial de Manuel Fernández Álvarez. (Espasa). Ambos tratan de explicarnos el pasado, poniendo proa al futuro, en el que -como signo de normalidad – muchos desearíamos que el tema de España dejara de ser una obsesión nacional que – mal que les pese – incluye a los separatistas. La ( a estas alturas ) desfasada voluntad de Estado de los nacionalistas catalanes y vascos, con su inveterada y muy española ración de odio a lo español, nos obstruye el camino a los demás españoles -muchos – que sintiéndonos nítidamente españoles quisiéramos dejar de pensar continuamente en España, retornando a una Europa menos problemática – en apariencia – y a un universo cada vez más agónico y convulso. Porque la convulsión  interior de España, tristemente otra vez, nada o poco tiene que ver con los problemas terribles que el mundo vive.

Ser españoles sin pensarlo, sin negar ni afirmar, sin agredir ni ser agredidos. ¿Nos dejarán?.

 

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