El primer Goya
Aunque el cuadro (mucho tiempo olvidado) fue restaurado hace poco más de diez años, pocos lo recordaban. El primer cuadro que se conserva del aragonés Francisco de Goya (1746-1828) está en la Fundación Selgas-Fagalde de un pequeño y hermoso pueblo marinero de Asturias, Cudillero. Ahora estará -en préstamo temporal- unos años en el Prado. Y ahí ha brotado la conocida noticia. El cuadro, puro neoclásico, con sus suaves tonalidades azulosas y perlinas, se titula “Anibal vencedor contempla por primera vez Italia desde los Alpes” y fue pintado en Italia en 1770. Algunos recordarán que después de su primera juventud zaragozana, donde aprendió pintura religiosa tardobarroca, Goya decidió -por su cuenta- irse una temporada a Italia a empaparse de clasicismo (Rafael) pero también del neoclasicismo entonces de moda… Sabremos enseguida que eso no era lo suyo, que casi maniataba su genio, pero quedan algunas obras nada desdeñables (muy ajustadas a aquellos cánones) aunque sepamos que están bastante por debajo de lo posterior… Goya llevó durante su periplo italiano unos cuadernos de dibujos y bocetos que se conservan hoy en el Museo del Prado. Ese “Cuaderno italiano”, como se lo denomina genéricamente, muestra la rapidez con que el talento de Goya asimilaba cuanto veía. Pero yo diría que se ve mejor en el mencionado cuadro de Anibal en los Alpes, cuadro que Goya presentó a un concurso en Parma y sólo quedó segundo, lo que no era poco. En 1771 hubo de volver con cierta precipitación a España a causa de una enfermedad de su padre y porque lo reclamaron para trabajar en la Basílica del Pilar… Hay otro cuadro muy neoclásico de ese momento (y distinto al anterior) que es “Sacrificio a Pan” -que muestra a una sacerdotisa romana delante de una estatua del dios- y que se halla hoy en la colección Gudiol de Barcelona.
Pero observemos un poco el primer lienzo (impecable) para saber qué hay de Goya ahí. ¿Diríamos que nada? Quizás. La maestría del aprendizaje, puesto que se trata de un bello e idealista lienzo neoclásico, estilo italiano, que lo habría dejado en uno de tantos buenos autores de la época, quizás en un aventajado discípulo de Anton-Rafael Mengs antes de devenir otro discípulo del gran David, ya que no de Jean-Baptiste Greuze. Quizá Goya hubiera sido como el pintor ( hoy casi desconocido) que ganó aquel certamen de la Academia de Parma, Paolo Borroni. Sabemos que Goya no fue por ahí, que lo arrastró la profundidad y el atrevimiento de su genio, y que no puede ni compararse con los posteriores neoclásicos hispanos como Juan Antonio Ribera… Sin embargo, el refinado cuadro de “Anibal vencedor” (como se conoció al inicio) es un muy buen cuadro. La técnica es delicada y sutil y muestra el miedo de Anibal ante la Italia que se le avecina, pero un ángel de la Victoria lo sujeta, mientras esta, laureada, baja del cielo a coronar al héroe en el carro de la Fortuna. Junto a Anibal, de espaldas, sujeto en una vasija (como se representaba a los ríos en la Antigüedad) y con la cabeza con cuernos de buey, el río Po, que sería el primer obstáculo del cartaginés camino de Roma… Todo es hermosamente pulcro, adecuado y bello, pero qué lejos está este buen lienzo palaciego, no ya de las “pinturas negras”, sino del Goya soberbio de los grandes retratos o aún de los cartones para tapices… Está bien ver un Goya antes de Goya, porque indica que el arte (las artes) conllevan siempre un aprendizaje. Aunque el genio sea motriz y tremendo como lo fue en Francisco de Goya…
(Publicado en el número de Noviembre de la revista “Bonart” de Girona).
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