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Decadencias

Descubriendo a António Patricio

Quizás el Día del Libro, entre otras muchas cosas, es un buen momento para los descubrimientos literarios de valía. Porque el mundo es ancho y lo es también la literatura, y no cabe duda de que incluso al mejor lector se le escapa algo notable en la búsqueda o en el mero estar informado. Tal es el caso del portugués António Patricio  (1878-1930) que nació en Oporto y fue diplomático, especialmente a partir de la instauración de la República en Portugal en 1910. Ese mismo año, nuestro autor (suponemos que, hasta ese momento un poeta de tintes refinados y probablemente un aura prestigiosa de bohemia maldita) publicó un libro de relatos breves        -de sólo cinco relatos cortos- que acaba de traducir y publicar ardicia (una de esas buenas editoriales nuevas que salvan el penoso momento de los libros ) y que ha hallado una contundente frase  del gran Pessoa para avalar su hallazgo: “Uno de los más perfectos libros de cuentos que se han escrito en Portugal.” Un librodecadente y simbolista, de esos donde todo parece acontecer en un otoño purpúreo y con personajes ansiosos de alma y de otredad, si como quería Cioran “sólo los enfermos tienen derecho a hablar de espíritu”. Así parecería en “Precoz”, el relato de un ultrasensible niño enfermo que agoniza, pero donde la pérdida de lo real sólo parece inducirlo hacia otro presentido territorio.  Estos cuentos, por la hiperestesia de sus personajes, se diría que nos dejan siempre al borde de lo fantástico, sin caer explícitamente en ello.

En otro relato (siempre con un estilo refinado, recamado de sutiles cabujones metafóricos) nos presenta en el parque de un palacete abandonado, viejas y herrumbrosas jaulas; en una de ellas un águila maltrecha pero lúcida que habla con el visitante crepuscular. Ella, herida, sin esperanza, desprecia al linaje humano que destruye la Tierra porque nunca ha tenido esa comunión panteísta con el todo, que tienen las águilas, por ejemplo, en el esplendor de su vuelo.  Quizá como a Marcel Schwob  –recordamos el “Libro de Monelle”- a Patricio le gustaban las putas distinguidas, no callejeras angélicas en este caso, sino mujeres refinadas, como  “Suze” que estaba muy por encima de quienes la visitaban. Los simbolistas solían creer que siempre hay oro en lo que los demás juzgan fango. “Mi pobre Suze, qué justa eras, cómo adivinabas, bruja de veinte años, más allá de la hora que se va, la nada que vendrá. Tu desgracia era suprema, porque tú eras la que nunca se hace ilusiones.” Apenas publicado este libro exquisitamente extremo, António Patricio fue cónsul de Portugal en La Coruña. Luego sus destinos diplomáticos lo llevaron a muchas partes, hasta terminar elegido agregado de embajada en Pekín, a tal destino se encaminaba (no llegó) cuando la muerte lo visitó en Macao, pequeña colonia portuguesa entonces. Patricio había abandonado los versos y la narrativa para hacerse dramaturgo, pero su última obra citada es de 1918. Acaso había entendido ya el mote de Villiers de L’Isle-Adam “Too late”…¿Sabía que en Macao acababa de morir uno de los mejores poetas portugueses del momento, Camilo Pessanha, cercano al opio? Como fuere “Vigilia inquieta” es un pequeño gran libro. Descubrimiento perfecto para el día de Cervantes y de Shakespeare…


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