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Decadencias

Cine: gozo y arte

Quizá sea el cine (pero todo tiene excepciones) el medio que mejor parece unir la necesidad de atrapar al espectador que busca ocio y pasatiempo, con la calidad de un producto donde director, guionista y actores pueden haber trabajado en busca de calidad, perfección y arte. La novela hace lo propio –a veces- pero es un producto personal, no colectivo, y en términos generales menos social que el cine mismo… De ahí el acierto de una colección de libritos de Gedisa titulada “La película de mi vida”. Un librito ilustrado (con fotogramas de la película en cuestión) que nos acerca, a través de un escritor conocido, a una película especial –a menudo mítica- en la que, para llenar más de una estancia de nuestra biografía, debieron unirse calidad, circunstancias históricas propicias, y un sabio hacer que permitiera unir lo popular y el rigor del arte que busca, una meta siempre presente y a menudo huyente en todo lo que tiene que ver con el Arte. Desde un “Ángel azul” de Zoé Valdés, hasta un “El Cid” de Manuel Hidalgo, pasamos por textos de gentes menos “cinematográficas” como la universitaria y activista norteamericana Camille Paglia que firma un interesante “Los pájaros” (el filme de Hitchcock) o “El mago de Oz” a través de Salman Rushdie… El cine, arte e industria –como tanto se ha repetido- es asimismo el cine biografía (todos podríamos escribir una autobiografía con las películas favoritas) y el cine ensayo y el cine pretexto para indagar en artes que no son el cine. Es obvio que este ha saqueado la literatura al menos de argumentos o títulos famosos –con desiguales resultados- y no menos cierto que la literatura se ha apoyado inevitablemente en las elipsis cinematográficas, aunque no sea el cine el inventor de ese salto estilístico… Con “La película de mi vida” (libritos de lectura rápida, que no pierden calidad literaria ni hondura) estamos ante un paso nuevo, y diría que más que prometedor, en la singular y necesaria relación cine/literatura. Un autor se apropia de un película famosa –incluso mítica- y nos cuenta porqué es suya (de su vida) y probablemente de otros muchos, a través de un ensayito que no es ni únicamente literario ni únicamente cinéfilo, sino la unión –a más de dos y tres bandas- de antropología, autobiografía, historia y análisis fílmico, de porqué ciertas películas (algunas tan maravillosas e irregulares como “Casablanca”) han podido saltar todas las barreras de todos los géneros y devenir mito, sentimentalidad, significación más allá del significado. Creo que Marc Augé personaliza en exceso al trazarnos su “Casablanca”, coincidente –el argumento base del film- con su infancia de niño francés al filo de la Ocupación nazi. El ensayo (y la autobiografía) me parecen ganar, resaltando la película, cuando el autor da a su vida lo que es suyo, pero también al cine mismo lo que pertenece al cine. Ocasión para una biblioteca de cine esencial, y una manera de hacer literatura con el cine, sin caer (ni desdeñar) el mero ensayismo fílmico académico. Un logro del inventor de “La película de mi vida”. Que siga.


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