CHUKRI VISITA A DJUNA BARNES
Sí, Djuna Barnes fue la gran moderna norteamericana (1892-1982) la que protegió T. S. Eliot -nada menos- y la que dijo que la vida era “asquerosa, repugnante y breve”, pero como lo dijo con más de 80 años, debió añadir: “Bien, en mi caso, no ha sido breve.” Mohamed Chukri (1935-2003) al que conocí en Tánger, en un bar por supuesto, y que hablaba muy bien español -quería a España, había nacido bajo el Protectorado- es el gran maldito, putero y bohemio, de la literatura marroquí hodierna. Amigo ocasional de Genet, Chukri -que no era creyente, malos tiempos para él si viviese- declaraba: “De no escribir en árabe, yo escribiría en español.” Cabaret Voltaire acaba de publicar un libro de cuentos -más bien son estampas, cuadros de una realidad muy dura- titulado “La jaima”. Ahí se ve todavía el Tánger vivo de la multiplicidad y la vida libre, nocturna, viciosa, decían… Antes de la
Guerra Mundial, Barnes estaba en París enamorada de una escultora de su propio país, llamada Thelma Wood y terminando su magnífica novela “El bosque de la noche” (1936), Nightwood, y Gertrude Stein, madre severa, le aconsejó ir a Tánger. Paul Bowles (que todavía no vivía allí) me contó que llegó maquillada en tonos verde. Elba acaba de republicar en una edición cuidada, una antología de los primeros escritos de Barnes, “Mi Nueva York”, cuando antes de irse a Europa en 1921, Djuna ejerció en su ciudad nativa un auténtico nuevo periodismo, donde los artículos sobre lo moderno (entonces Nueva York era moderna) tienden a convertirse en ágiles y amenos relatos…
O sea, uno y otra, cuentos, prosa muy viva donde domina, omnímoda, la pasión y todos los nombres de la libertad. ¿Se hubieran entendido Chukri y Barnes? La vieja solitaria del final, y el bohemio avejentado y bebedor. Sin duda, porque los dos -hay que leerlos- amaron la vida por su trepidación y su libertad. Y amar la vida maldiciendo su perfidia y sus escombros, es todo un estilo. Por lo demás, miss Barnes visitó Tánger (fugazmente) cuando aún no era el paraíso libertino que sería -pudo encontrarse con González Ruano- y Chukri, halló la modernidad yanqui en “El cielo protector” de Bowles o en su relativa amistad con el gran Tennessee Williams, el de “Dulce pájaro de juventud”. Son los dos modernos y libérrimos de culturas diferentes, en parte. Uno frecuentador de damas de burdel y la otra amante de mujeres a veces desesperadas como la millonaria Natalie Barney (que escribía en francés) o la desdichada e ingeniosa Dolly Wilde -sobrina real de Oscar- que tanto se pareció físicamente a su tío. De veras Barnes y Chukri hubieran tomado
un trago encantados en el viejo bar de El Minzah… ¡Qué pena, no vamos bien, porque todo nos parece mejor que ahora mismo!
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