Decadencias
Blanco White y contra los galileos
Fue el emperador Juliano uno de los primeros en caer en la cuenta de la intolerancia que, casi desde siempre, ha caracterizado al cristianismo. Puesto que ellos tienen la verdad ( se lo ha dicho Dios ) ¿qué discusión valdría? Sumisión sólo ante su palabra. Este rasgo tan característico del Antiguo Régimen llevó a los cristianos a incendiar el gran templo de Diana, en Éfeso, y al emperador Juliano a escribir su tratado “Contra los galileos”, como gustaba llamar a los seguidores de Cristo.
Que España ha sido ( y es sino la defendemos) una de las grandes victimas del fanatismo católico, que nos impidió todo progreso y apertura, que por decir algo que suena a “boutade” y no lo es, hasta nos impidió el fascismo poniendo bajo palio a Franco, está en el meollo de la vida de quien – no sin razón – se juzga uno de nuestros grandes y fértiles heterodoxos, José María Blanco White ( 1775-1841 ) de quien se acaba de publicar una sabia y amena biografía: “Blanco White o la conciencia errante” de Fernando Durán López (Fundación José Manuel Lara).
Nieto de ultracatólicos emigrantes irlandeses, afincados en Sevilla, ( los White que traducían o no el apellido, según circunstancias, de donde el doblete Blanco White) José María Blanco y Crespo, como se llamó nuestro personaje, se educó en ese ambiente ultra de una ciudad muy cerrada – Cádiz era una orgía al lado de Sevilla en ese tiempo – hasta que su inclinación por la Ilustración y las ideas liberales, le llevaron a exilarse de España y a abrazar diversas confesiones protestantes ( empezando por la Iglesia de Inglaterra) que concluirían en sus años finales en Liverpool, en un deísmo muy cercano al ateo. Blanco White (que conocía el inglés, por razones familiares, desde su adolescencia) terminó escribiendo en esa lengua. ¿Un renegado, como le gusta decir a nuestra ultraderecha ultracatólica? ¿O simplemente alguien que necesitó aire, vio la herida en el cuerpo social, y no pudo aguantar ya más entre tantos sacristanes? Para Menéndez Pelayo – atado al Estado/Iglesia – no se podía ser español sino se era católico a machamartillo. ¿Seguimos ahí como parece?
Nunca ha sido tan oportuna una vida de José María Blanco White. El no católico sólo busca leyes para todos, no aspira a aplastar el catolicismo. El católico, en cambio, sólo quiere sus leyes, las suyas, gusten o disgusten a los demás. Aplastarlos. Su concepto divino de la palabra “libertad” tiene tan poco que ver con el concepto laico y civil, como la lechuga y la rosa. Ahora que los católicos quieren asfixiarnos leamos a Blanco White y a Juliano, al que llamaron “el apóstata”. Benditos sean ambos.
¿Te gustó el artículo?
¿Te gusta la página?