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BEPPO ABDUL-WAHAB

Era inglesa de nacimiento y de aspecto. Pero eso daba lo mismo porque los bohemios fueron de los primeros en aprender la mentira onerosa de todas las patrias. Beppo (que se llamaba Lamb de apellido, como una célebre amante de Lord Byron) nació en Londres en 1899 y murió en Madrid -en una buhardilla arriba del café Gijón- en 1989. Era una vieja soberbia, vividora y excéntrica  que nos contaba -a mí varias veces, a cambio de un coñac- sus andanzas por Montparnasse y el París de Modigliani. Ella había sido amiga y musa de Amedeo Modigliani. Como quizá pudiera parecer lógico, no la creíamos. Era una gran bohemia, bebedora y anticlerical, muy amiga (y acaso amante en otras ocasiones) de pintores varios, como Manuel Viola al que pudo haber incluso conocido en sus últimos tiempos de París. Allí (en medio de las vanguardias de los primeros 20) se casó o se juntó -le pega más- con un príncipe tunecino, que es un acuarelista notable: Abdul Wahab.  Beppo pintaba también un expresionismo fuerte, pero parecía disfrutar más con su papel de musa transgresora.  Es el caso que, cuando los nazis entran en París (junio de 1940) el acuarelista-príncipe y la inglesa Beppo, en realidad dos apátridas, llegan a Madrid, donde ha huido tanta gente… El príncipe-acuarelista muere no mucho después, y Beppo queda como una soberbia bohemia, malhablada (le encantaba decir tacos) y con grandes blusones de colores.

La conocí bastante y sabía su mucha relación con la pintura, pero lo de Modigliani, confieso, no me lo creí. Sin embargo, apenas meses después de la muerte de aquella dama, Tusquets publicó un librote muy ilustrado titulado “Kikí de Montparnasse”. Allí, entre tanta gente y tanta musa de aquellos “felices 20”, aparecía -y mucho- Beppo Abdul-Wahab, amiga muy joven de Modigliani y luego del singular japonés Foujita.  ¡Qué rabia me dio no haber creído del todo a aquella vieja tan singular! Indagué: por un camino que aún desconozco Beppo había dejado toda su pintura llamativa y todas las refinadas acuarelas del príncipe tunecino, al pueblo andaluz de Lora del Río. El alcalde quería que yo catalogara aquello, que apenas había visto. Ahora -tantos años después- Beppo está exponiendo con solemnidad en el Museo de Bellas Artes de Jaén. ¡Eso sí que es una buena aventura! Y está sorprendiendo su pintura de atrevidos colores y sobre todo saber no ya la leyenda sino la llana y espectacular verdad de una vida fabulosa.  Aconsejo verla y recorrer el catálogo. Faltan (eso sí) las delicadas y sutiles acuarelas del príncipe tunecino. A cambio, vemos fotos de una muy joven Beppo con Modigliani, y leemos palabras laudatorias de Foujita y Viola.  En fácil resumen: en efecto hay vidas que son novelas (aquí novelas de arte) y puede ser que no nos demos cuenta. Yo escribí un poema sobre ella en mi libro de 2016, “Imágenes en fuga de esplendor y tristeza” (Visor). Beppo, estupenda.


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