ANDY WARHOL, PROFETA DEL AHORA
El hecho fue sonado incluso en aquella España cerrada y cutre (hablo de 1968) en la que muy pocos sabía aún quién era Andy Warhol, ya para entonces “el papa de pop”. En el resto del Occidente moderno, el incidente fue subido a categoría: A la salida de su casa, en Nueva York, una feminista radical, Valerie Solanas (que tuvo sus quince minutos de fama debido a ello) disparó sobre Andy Warhol y lo dejó malherido. Pero sobrevivió con unas cuantas cicatrices. Dicen que a Warhol –no olvidar su aire distante, frío, casi ligeramente robótico- le hubiese gustado morir entonces -dijo- “porque si hubiera muerto ese día hoy sería una figura de culto”. Warhol aspirando, reclamando el mito. Siempre el mito: aún el del vacío…
Nuestro Andy fue siempre un hervidero de contradicciones (en buena parte las mismas contradicciones de la modernidad más alerta) entre las que no deja de estar la propia palabra “pintor”. ¿Pintó Warhol alguna vez o simplemente ideó sus cuadros a partir de las fotografías, indicando a alguien donde debían ir sobre la tela, las manchas de colores generalmente luminosos y planos? Warhol quiso que el arte se convirtiera en una industria masiva, que fuera popular (“pop”) y no elitista, a través de miles de reproducciones, pero al tiempo le gustaba frecuentar la sociedad de los famosos –entonces más rigurosa que la de hoy- y codearse con el “gratin”. Decían que era frígido, pero se rodeaba de seres sensuales y bellos, y aunque también se ha contado – siempre tras su muerte- que nunca olvidó los ideales católicos de su familia checa, y hasta que secretamente iba a misa (?), lo cierto es que parte de su mundo –muy próximo, en cuanto a libertad moral, a la eclosión liberadora de los años 60 y 70 del siglo XX- bordeó de continuo los límites. En realidad Warhol –y en arte también- podría ser parcialmente definido (siempre serán parciales sus definiciones) como un buscador, un explorador de límites…
El mundo warholiano está lleno de productos estéticos, más allá de la pintura, incluidos sus finos dibujos del principio y del fin. Sus polaroids, sus películas (las suyas, no confundir con las de Morrissey), sus performances… Fue un adelantado del mundo de la imagen, aunque alguno de tales productos hoy sean casi invisibles. “Sleep” (Dormir) son horas y horas de metraje sólo viendo dormir a un hombre desnudo. Dormir de verdad, es decir que durante más de veinte minutos el plano puede parecernos inmóvil. Era en 1963. No hace más divertido el experimento saber que el durmiente era John Giorno, un poeta neoyorquino, medio en la estética “beat” medio en la experimentación, y hoy día una relativa figura de culto.
Warhol creó un taller llamado la “Factory” (Factoría, nombre que implica artesanía pero también serie) y todo lo que de allí salió –no necesariamente obra suya- llevaba su sello. Como la mítica revista “Andy Warhol’s Interview”. Impronta que va desde el cotilleo a las series fotográficas que recrean a los seres de su mundo, por ejemplo sus “13 Most Beautiful Women” o los “13 Most Beautiful Men”, realizadas entre 1964 y 1965, donde junto a personajes tan conocidos en el momento (entre los hombres) como Allen Ginsberg o Donovan, se encuentran ídolos efímeros en la juventud de su “staff” como Gerard Malanga… La mayoría de los nombres míticos de la contracultura, del famoseo o de la fama, se relacionan en algún momento (años 60/70) con Warhol: Cecil Beaton, Truman Capote, David Hockney, Nico, Robert Mappelthorpe, Lou Reed, Patti Smith, Joe Dalessandro (“Little Joe”), Divine…
No se puede dejar de recomendar el libro que editó en 1975: “Mi filosofía de A a B y de B a A”, donde tanto A como B son partes de él mismo, proyecciones del yo, esto es, Andy habla con Warhol o a la inversa. Allí podemos leer (entre mil sutilezas y divertimentos): “Comprar es mucho más americano que pensar, y yo soy el colmo de lo americano”. O también: “Lo más excitante es no-hacerlo. Si te enamoras de alguien, no lo hagas nunca, es mucho más excitante”. (La versión española del libro fue publicada por Tusquets en 1981.)
Andy Warhol, en efecto, fue mucho más que un pintor tradicional aunque su nombre sea indesvinculable del arte pop, que a muchos les llena de nostalgia, como si fuera el final casi feliz de una vanguardia, mientras que otros creen que está en la base de muchos males del arte contemporáneo, casi en la supuesta imposibilidad actual de la “obra maestra”, puesto que todo es mercadeo y la firma (recordemos al último Dalí, tan pop) acaba queriendo valer más que el mismo cuadro. Por una suerte de magia precursora, Warhol el chamán anticipó todas las contradicciones (más o menos creativas, según la opinión de cada quién) de nuestro tiempo: El arte elevado a la cima o el arte que no vale nada, el mundo nuevo del reino de la imagen, el triunfo omnímodo de la belleza juvenil, los conflictos sexuales y las novedades de los “nuevos sexos” –travestís, transexuales, andróginos- , lo efímero y basural del mundo de una fama más banal cada día (debido al triunfo de los “media”, especialmente de la televisión), la vacuidad del mundo del cotilleo, que puede lindar con el chiste o con las películas “snuff”, muerte en directo. La pérdida de lo real a favor de lo virtual, el deterioro de un mundo sin “excelencia” (teoría del pop), la vida anulada por el espectáculo de la vida, sólo los millonarios, los famosos, los delincuentes y los chorizos “viven”… Todo eso está en Warhol (acaso parte también del deterioro del “sueño americano”) mucho antes. Warhol profeta del ahora mismo. Él acertó, con lucidez, y gélido encanto, con los caminos de mucha basura de hoy.
Recordemos que murió –quizás ya en cierta decadencia- inesperadamente, en febrero de 1987, a resultas de una operación en la que no se esperaban complicaciones. En efecto, no era la manera más warholiana de morir, pero (y él no podía ignorarlo del todo) su mito, el mito por el que suspiraba, el mito que según tantos es la única garantía de humana inmortalidad, ya estaba levantado hacía años. Warhol murió con 58. Pero casi no aparentaba edad ninguna, Resultaba (con su mal cutis) un ser ucrónico. Aunque si recorremos ciertos hitos de su obra plural –otra cosa será el valor artístico que se le quiera otorgar, y no entraré en ello- percibiremos que parece vivo. Como ideas del mundo contemporáneo comenzó retratando los cómics (“Dick Tracy”) y los botes de sopa. En 1962, retrató series de billetes de dos dólares. Luego pasó a testimoniar –con su cámara fría- terribles accidentes de avión y sobre todo de carretera (era en 1964, no lo olvidemos), más tarde hizo series de facturas consuetudinarias de tiendas o almacenes, o del rostro de Jackie Kennedy –una de sus obsesiones- el día de los funerales por el presidente asesinado en Dallas. Comprendió –y ya mezclaba casi todas las series- que los mitos reales de nuestros días no serían ni Sartre, ni Wittgenstein, ni Thomas Mann, ni Faulkner, ni siquiera su amigo (al menos unos años) Capote, sino seres de muchísimo menos calado intelectual, pero cuya imagen hablaba sola tanto de nuestro esplendor como de nuestro derrumbe: Marilyn Monroe –a la que utiliza tras su muerte, cuando nadie puede dudar del mito- , Jackie, Elvis Presley, Liz Taylor, para terminar (sus últimos años creadores) en la trasgresión y la bohemia del Village… Sexo, discotecas, cocaína, chaperos muy guapos… “Studio 54”. Probablemente él mirase tan sólo. Por eso pudo no temer al sida, cuando la pandemia atroz arrasó ese mundo. Como decía Isherwood: “I am a camera”.
Cuando miramos el mundo de Warhol (hoy por hoy) miramos el ahora mismo. Por ello resulta tan polémico, tan vivo, tan irritante, tan iluminador, tan desconcertante evidentemente. “Piensa como un rico. Vístete como un pobre”. O “Todo tiene más glamour si lo haces en la cama. Hasta pelar patatas.” Es lo que un francés de ahora (con encanto o rabia) llamaría muestras típicas de un “boubo”, es decir, un “bourgeois-bohème”… ¿Burgués-bohemio, Warhol? Probablemente.
La pregunta más desasosegante, sin duda, está aún sin responder: Warhol es un síntoma y un signo de nuestro hoy, no hay duda. De lo bueno y de lo malo. Pero, ¿cuál prepondera? ¿Es Andy Warhol y su Factory al completo la versión del inicio de un Apocalipsis, el principio del fin? ¿O solamente los varios signos de una época que tendrá que cambiar, y acaso sin mucha tardanza? ¿Dentro de cien años será Warhol sólo el pequeño fetiche residual de un tiempo agónico y pobre, aún el nuestro? ¿O dentro de cien años todo será Warhol sin Warhol, es decir, basura, baratura, bajura, copias de copias y falta absoluta de altura y excelencia?
Preguntarnos por Warhol sigue siendo –más allá de su arte- preguntarnos por nosotros mismos. ¿Profeta de la trivialidad? ¿O profeta sólo aparentemente feliz del fin de los tiempos?
¿Te gustó el artículo?
¿Te gusta la página?