ANDARÍN DE LA NOCHE (Poema inédito)
En los días más insolentes de la adolescencia
yo quise ser como Eguren, una figura turbia
y esquiva que llenó sus palabras de misterio
y música. Soñando en reyes rojos y en dioses
cansados, en gnomos y príncipes de cuerpos
esbeltos, nenúfares sexuados. Echaría (oyendo
a Mozart) ciempiés al escorpión de mi terrario,
y miraría profunda la lechuza, soturna y maga.
Los gatos negros rondarían mis perneras. Dulces
animales todos, reyes de la casa vetusta del alma…
Espiaría en la noche, caldeo, las estrellas
y soñaría en todo lo no habido, en un doncel
gentil de damas alunadas. Mi adolescencia
era un sueño de fulgentes rarezas, sortijas, gemas,
piedras duras, antiguas espadas, quimeras, venganza.
Y supe que nada valía la pena en el mundo,
que todo era engaño soez y esperanzas vanas.
Así es que, fumando cigarrillos turcos y con
el viejo batón escarlata y las chanclas ducales,
me decía (oscuro en la noche sombría, iluminada)
“Sería hermoso marcharse y volver,
más hermoso no haber venido nunca,
pero bajo las bóvedas de músicos cristales
te escucho a ti, hermoso bailarín de Java.
Fumo y miro a los gatos deslizantes
oyendo el gemir de la lechuza y en la noche
oscura, la voz que clama y sueña y llama:
¡Las naves de la noche nunca vuelven!”
Y así concluyó mi adolescencia rara…
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