AFORISMOS COMPLETOS DE WALLACE STEVENS
(Ahora que los aforismos están un tanto de moda entre los escritores más jóvenes españoles -se ha llegado a hacer hasta una antología de mujeres aforistas, como si mucho las distanciara de los hombres- no será malo recordar que este viejo género está desde Leonardo da Vinci hasta, por ejemplo entre muchos, el gran poeta moderno Wallace Stevens. Sus aforismos fueron publicados en 2002 por Lumen en traducción de Daniel Aguirre. Traigo el recuerdo del comentario que escribí en su día… La oportunidad es evidente.)
Poeta tardío y pausado, el norteamericano Wallace Stevens (1879-1955) sigue siendo uno de los grandes referentes de la modernidad poética, heredera crítica –sobre todo en su caso- de varios aspectos del simbolismo. Desde su libro inicial Harmonium (1923), Stevens alcanzó una singularísima voz propia, en la que un esteticismo al que no faltan puntadas manieristas o rococós (siempre gustosamente afrancesadas) se mezclan siempre con su experiencia de lo poético, que no es sino la intentada unión del mundo real con el mundo mental. De hecho – aunque fue evolucionando desde lo más imaginista a una mayor y casi más ensayística intelectualidad lírica, como en el poema Notas para una ficción suprema– la poesía de Stevens es siempre una contraposición, tendente al refinamiento entre lo que la vista percibe y la lengua dice, tras haber pasado por el filtro de la mente. La poesía es una relación polisémica y dialéctica entre lo real y lo imaginado, de donde resulta que es la
ficción suprema, o como dice el título de su principal libro de ensayos, El ángel necesario (1942), lo que viene a significar, el emisario imprescindible entre dos mundos, y que – en algún modo- crea un tercero.
Al menos desde los años treinta, Stevens ( muy aficionado a los libros de máximas y aforismos) fue llenando de notas varios cuadernos, con o sin título. A menudo anotaba frases o dichos de otros que le habían llamado la atención leyendo, y a veces también sus propias reflexiones a las que tituló habitualmente, en latín, Adagia. El primero de esos cuadernos responde al título francés, Sur plusieurs beaux sujects (“Sobre algunos temas hermosos”, la última palabra con grafía anticuada en el original), los últimos cuadernos – sin titular- se recogen como De diversos cuadernos de notas. Al acercarnos a saborear ( en buena edición bilingüe) los a menudo refinados aforismos de Stevens, no debemos pensar ni en un filósofo ni, menos aún, en un teórico de la literatura. Los aforismos de Stevens – ahora completos en español- son más poéticos que teóricos y no temen nunca las contradicciones que surgen del paso del tiempo (abarcan más de 20 años de escritura) o de una teoría poética que busca –y halla- sus chispa, precisamente en el enfrentamiento sutil de contrarios o que tal parecen. Entre el poema y el ensayo sintéticos, los aforismos stevenianos son un gozo meditador y lingüístico en sí mismos, pero además ayudan a comprender – y a estar- en uno de los orbes líricos más fascinantes y exquisitos de la primera mitad del siglo XX. La poesía – dice Stevens- aumenta la sensibilidad para la realidad. Pero asimismo: El poeta es el sacerdote de lo invisible. Un manual de inteligente refinamiento para un paladeo lento, ahora sí, como en todas las buenas
colecciones de aforismos. (El cuaderno entero Sur plusieurs beaux sujects – es decir, no sólo los aforismos, sino todo lo que Stevens anotó en él- fue publicado por Pre-Textos, en 1998)
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