Imagen de artículos de LAdeV

Ver todos los artículos


Decadencias

20 años sin Vicente

Ayer hizo 20 años de la muerte de Vicente Aleixandre. El Premio Nobel tenía 86 al morir, y desde poco después de recibir el galardón  sueco -1977 – su famosa mala salud de hierro, había pasado avatares penosos que debilitaron al hombre ( aquel herpes zóster facial que casi le dejó ciego de un ojo) que  nunca perdió su lucidez, ni su deseo – no consumado – de volver a la poesía. El ultimo libro que publicó en  vida, en 1974, siguió siendo el denso y complejo “Diálogos del conocimiento”. Ya en esas épocas finales sólo le veíamos los más amigos, pero con anterioridad a 1977 – lo sabían muchos – acercarse a Vicente no era difícil. Bastaba el breve enlace de un amigo común pasar ser recibido en aquel chalet recoleto e íntimo – la casa está ahora sola, vacía – que estaba en el número 3  de  la  calle  Velintonia,  que pasó a llamarse ( sin total gusto del homenajeado) “Vicente Aleixandre”, cuando el Nobel. Siempre recuerdo el comentario de Vicente: Yo hubiese preferido una calle  nueva, en un barrio nuevo. Y que dejasen esta calle como era. ¿Quién entenderá esos poemas de Neruda donde dice “Volveré a Velintonia”…?

Vicente (a quien, como todos, en cualquier guardia de la vida, no faltaban enemigos, y quienes lo veían una vez y no volvían) era un hombre encantador, prudente y seguro de sí. Orgulloso quizá – ¿qué creador serio no lo es? – pero nada vanidoso. Daba estupendos y útiles consejos sobre poesía y vida literaria, y siempre se sentía liberalmente a favor de lo joven y lo nuevo. Hallar su cordialidad no era difícil, pero como es lógico su amistad llegaba lento y tras muchas visitas. Por eso era una celebración – para el jovencito que yo era, por ejemplo – cuando caía el “usted” obligado al inicio o cuando, poco a poco, empezaban a surgir las confidencias. Aleixandre era homosexual, aunque él explicaba que sólo desde sus 30 años -desde 1928- después de una intensa vida sexual femenina, no escasamente meretricia. Sin embargo en el terreno homoerótico ( que pretendía íntimo, totalmente en el armario) era un  devoto de la pareja, y nos afeaba cariñosamente la promiscuidad estilo Gil de Biedma. Para algunos ( dicen que para Cernuda, por ejemplo) ese vivir “en el armario” – entonces no se decía así – les había alejado la amistad con Aleixandre. Claro que nadie era públicamente gay en la cerril y eclesial España de Franco. Quise mucho a Vicente y me sentí querido. No dejó de alentar mi vida poética, y me escribió sus cartas desde Miraflores incluso en el último verano de su vida. Es – sin duda – uno de los grandes poetas del 27 y eso está en la Historia. Pero además, para muchos  jóvenes  de la larga postguerra, fue el poeta por excelencia, y casi la imagen – sagrada, alada y cálida- de la poesía misma. Un papel irrepetible. Es cierto y triste: cuando te vas resultas, vienes a ser, siempre más querido.


¿Te gustó el artículo?

¿Te gusta la página?